Hay varias formas preestablecidas para armar arreglos florales, la más común es la que tiene forma de abanico, por lo que debemos imaginar un eje central del que partirán rayos hacia los lados en disposición simétrica. Dispondremos de cinco o seis flores de tallo largo (que se ubicarán a partir del medio dejando un espacio entre ellas hasta que las laterales queden en unos 45º respecto a la base elegida), a ellas les intercalaremos otras de tallo medio y podemos hacer coincidir las dos centrales para darle más fuerza al punto central.

Luego cubriremos con flores de tallos muy cortos los espacios que queden libres entre las dos hileras anteriores. Quedarán tres niveles que pueden ser de tres tipos distintos de flores, o bien de una sola variedad, como por ejemplo rosas rojas que quedan muy bien con esta disposición de armado. Añadiremos también ramas de helechos o cualquier hoja verde llamativa y florecillas pequeñas de las que se reúnen en inflorescencias racimosas, todo en profusión.

Los recipientes más adecuados para el arreglo en abanico son las canastas y los recipientes de boca ancha, sin importar su forma. Se usan para obsequiar en distintas ocasiones y deberemos consultar antes sobre el gusto de la persona que lo recibirá y la fecha que celebra. Si es para engalanar salones para ceremonias se le pueden agregar lazos al tono con la decoración del lugar. Y si deben ser colocados en distintos lugares pueden adecuarse en tamaño a la necesidad del espacio con el que se cuenta.

Para bodas emplear sólo flores blancas, como calas, jazmines, rosas, azucenas o lirios; aunque quedan perfectas si se les añade un toque de lila o intercalando flores de uno y otro tono; utilizar níveos azahares, en esta ocasión, para rellenar los espacios pues se los asocia, precisamente, a las ceremonias de enlace.