El ciclamen (Cyclamen) es una planta de origen asiático y mediterráneo que pertenece a la familia de las primuláceas. Dicen que su flor es una de las más hermosas del invierno. Sus hojas de color verde oscuro o plateadas en forma de corazón contrastan con sus flores, que crecen orientadas hacia abajo con los pétalos curvados hacia arriba. Los colores de su floración, de marzo a mayo, son muy vistosos y van desde el blanco al rosado o rojo. No suele alcanzar más de treinta centímetros de altura.

Existen unas veinte especies que, en realidad, crecen silvestres por todo el Mediterráneo por lo que es una planta resistente que no necesita excesivos riegos y que podría prosperar bien en un jardín seco.

También se puede cultivar en maceta, de forma más delicada,  pero es necesario proporcionarle las mismas condiciones que en el exterior. Por lo tanto no es conveniente ubicar la planta en una habitación demasiado cálida, pero sí luminosa o en semisombra. Entre riego y riego es mejor esperar a que el sustrato se seque y la maceta ha de tener un buen drenaje. Si amarillea hay que dejar de regar por completo.

Resisten perfectamente las bajas temperaturas, incluso por debajo de los cero grados la planta se marchita pero no se muere. Crecen bien debajo de los árboles e incluso algunos crecen en muros de piedra seca.

El sustrato, que debe ser más bien arenoso, se puede abonar de vez en cuando con productos ricos en fósforo para que el ciclamen siga teniendo un color intenso.

Las plagas o enfermedades que pueden atacar al ciclamen son el pulgón, la brotitis que afecta principalmente al tallo y la clorosis férrica cuando la planta no dispone de suficiente hierro.