La clemátide (Clematis) es una de las especies trepadoras de hoja caduca que tiene las flores más bellas.Pertenece a la familia de las ranunculáceas y se adaptan y crecen prácticamente en todos los climas y todas las partes del mundo en sus más de setecientas especies, resultado de multitud de hibridaciones.

Las clemátides crecen sobre rejas, pérgolas, paredes y pequeños árboles. Para que se desarrollen bien, la sombra o semisombra es esencial  para que florezcan de forma abundante. Existen incluso ejemplares que se adaptan bien al clima de montaña y resisten los inviernos más fríos. Es una planta de clima continental, el cual destaca por tener los inviernos muy fríos y los veranos extremadamente calurosos y secos. Por lo tanto la clemátide es una especie a prueba de temperaturas extremas.

Es necesario guiarlas ya que no poseen raíces adventicias ni zarcillos para agarrarse. Florecen desde principios de primavera hasta entrado el otoño y, sobre todo durante esta época,  necesitan riegos frecuentes y abundantes, ya que le gustan los suelos húmedos y bien drenados. Sus flores abarcan multitud de colores aunque destacan algunas variedades de color violeta o púrpura.

Se puede abonar, principalmente en su época de crecimiento. Aunque la clemátide crecerá a sus anchas en el jardín, también se adapta perfectamente a su cultivo en parterres o macetas situadas en porches o terrazas.

Para su mantenimiento sólo se necesita clarear o recortar los extremos de las ramas y periódicamente eliminar los tallos viejos, largos o entrecruzados.

Se multiplica mediante semillas, esquejes o estacas.

Respecto a plagas y enfermedades hay que ir con cuidado con la mosca blanca, algunos hongos y los pulgones.