El Ajo

El Ajo es una planta bulbosa perenne, muy resistente, que responde al nombre científico de Allium sativum y forma parte de la familia Alliaceae (Amarilidaceae según otra clasificación). Es originario de Asia, donde desde tiempos remotos se lo emplea como medicina natural y condimento culinario. La denominada “Cabeza de ajo” está formada por varios pequeños bulbillos carnosos de fuerte aroma y sabor picante,  a los que se les conoce comúnmente como “Dientes de ajo”, protegidos por una membrana, o túnica, blancuzca o rosada.

Posee un sistema radicular bastante profundo y enmarañado. Sus largas hojas, angostas y acintadas, de hasta treinta centímetros de longitud, envainan el tallo. Da pequeñas flores hermafroditas blancas que aparecen reunidas en una inflorescencia terminal de tipo umbela, con una espata basal formada por dos brácteas comúnmente segmentadas. El fruto es una cápsula que contiene hasta cuatro semillas oscuras por lóculo. Algunas veces parte de las flores se ve sustituida por bulbillos directamente.

Precisa suelos con muy buen drenaje (mejor si son calcáreos) y climas suaves, aunque prefiere el frío al calor. Se lo reproduce mediante los bulbillos (en los que, a los tres meses de cosechados, se desarrolla la yema terminal que poseen para dar origen a una nueva planta), que se siembran cuando comienza el frío fuerte y hacia finales de la primavera ya se los puede cosechar.

En su hábitat natural hay un período relativamente seco entre el comienzo de la maduración (etapa que lleva alrededor de cuatro o cinco meses) y la cosecha, esto hace que los bulbos se desarrollen bien y a salvo de enfermedades que acompañan a la humedad del terreno como la “Raíz rosa” que los ataca tornando rojizas las raíces, otras plagas no le afectan; bajo cultivo conviene ofrecerle las mismas condiciones y cada dos o tres años debe rotarse con otras especies dado que agota las nutrientes.

Se lo puede consumir fresco o añadido a las comidas; además con él se preparan sal de ajo, vinagre de ajo y también se lo muele utilizándolo en polvo para condimentar distintos platos. En estado fresco aporta nuestra dieta carbohidratos, proteínas, fibra, varias vitaminas y otros tantos minerales.

Gracias a su principio activo, denominado “alicina”, el ajo tiene numerosas propiedades curativas; es antimicrobial, antifúngico, antiséptico y antihelmíntico. Aseguran que el consumirlo a diario aumenta nuestras defensas, reduce el colesterol, regula la presión arterial, controla la diabetes y hasta previene el cáncer.

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