El Árbol de hierro

El Árbol de hierro, cuya denominación científica es Parrotia persica, es un árbol caducifolio de porte medio con un ancho tronco que ramifica profusamente desde muy abajo (lo cual junto con su lento crecimiento hace que se lo confunda muchas veces con un arbusto), originario de Irán (la antigua Persia, de donde proviene su nombre científico)  y miembro de la familia Hamamelidaceae.

Su corteza, que cae con facilidad cuando los ejemplares son ya viejos, presenta distintas tonalidades que van del rosa al castaño claro, dejando ver incluso partes blancas, grises y verde claras. Posee hojas grandes y verdes, de hasta quince centímetros de longitud, sostenidas por cortos pecíolos; ovales, con los bordes ondulados, el vértice acuminado y las nervaduras muy marcadas, que cambian de coloración al llegar el otoño, tornándose amarillas, naranjas y rojizas para luego caer; la cara superior es glabra mientras que el revés presenta una ligera pubescencia.

Florece al terminar el invierno, cuando aún sus ramas no tienen follaje; las flores son rojas y están formadas por cuatro sépalos o brácteas oscuras que protegen a un considerable número de estambres, que son los coloridos. Los frutos son capsulares y contienen solamente dos semillas, a las que cuesta mucho hacer germinar, lográndose a veces tras una larga estratificación de meses. Comúnmente se prefiere la reproducción vegetativa, utilizando esquejes blandos, ayudados con cámara de niebla (para mantener una humedad constante) y hormona de enraizar.

Necesita ubicaciones a pleno sol y riego moderado; se adapta a diferentes tipos de suelo siempre que tengan buen drenaje; no necesita de mucho mantenimiento ni podas y es muy resistente frente a las plagas y las enfermedades. Sí pueden afectarlo los vientos, sobre todo los cálidos y secos, que secan las puntas de las hojas.

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