El Árbol serpiente

El conocido popularmente como Árbol serpiente responde al nombre científico de Radermachera sínica y es miembro de la familia Bignoniaceae. Es originario del sudeste asiático y puede alcanzar los treinta metros de alto en estado silvestre; cultivado en interior se lo puede podar para que se mantenga pequeño y compacto, pero se sacrificará su floración, dado que ésta sólo ocurre en exteriores.

En su juventud lo recubre una corteza lisa y grisácea que con el paso de los años tiende a oscurecer y fisurarse. La copa tiene forma piramidal y el follaje es perenne. Sus grandes hojas pinnadas, están formadas por varios grupos de dos o tres folíolos ovales de aspecto coriáceo y margen entero; se distribuyen de manera opuesta en las ramas.

Las flores, de cerca de siete centímetros de diámetro por otro tanto de largo, son acampanadas (la corola presenta cinco pétalos con los bordes crenados), perfumadas y de color blanco amarillento, se reúnen en inflorescencias terminales de tipo panícula sostenidas por cortos pedicelos. Los frutos son cápsulas cilíndricas dehiscentes, alargadas (rondan el medio metro de longitud) y de color marrón oscuro, que cuando cuelgan de él tienen aspecto de serpientes, de lo cual toma este árbol su nombre común; contienen numerosas semillas elipsoidales y comprimidas con una membrana transparente en cada extremo.

Se la reproduce mediante semillas durante la primavera y a través de esquejes en el verano. En el interior de las viviendas conviene ubicarlos en lugares luminosos pero sin que les dé el sol directo, tampoco las corrientes de aire son beneficiosas. El sustrato a utilizar debe tener muy buen drenaje y jamás se debe encharcar al regarlo; admite el rociado de las hojas y soporta bien la calefacción.

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