El Quillay, que responde al nombre científico de Quillaja saponaria (el segundo nombre hace alusión al alto grado de saponina que contiene), es un árbol de follaje perenne, de ancha copa, originario de Sudamérica (más precisamente endémico de Chile, donde se lo encuentra desde el nivel del mar hasta una altitud de mil seiscientos metros), que pertenece a la familia Rosaceae. Su hábitat se extiende desde el nivel del mar hasta los dos mil metros de altitud, aproximadamente. Es de porte medio, alcanzando entre 15 y 20 metros de altura y su tronco suele llegar al metro de diámetro.

Resiste bien las temperaturas muy bajas. Se lo usa como ornamento en parques y jardines por la particular belleza de sus hojas y flores y su madera es también muy apreciada para la fabricación de muebles; la esencia extraída de él se emplea en la industria cosmética.

La corteza, grisácea y con estrías longitudinales, era utilizada como detergente por los pueblos originarios, y empleada como shampoo se dice que previene la caída del cabello; se están investigando en laboratorio sus propiedades antivirales, aunque no es apta para el consumo humano.

Sus hojas de color verde claro y forma elíptica, con bordes dentados (presentan de cuatro a ocho dientes) y aspecto coriáceo, se ubican de manera alterna en las ramas. Las flores son hermafroditas y de color blanco-verdoso, están compuestas por cinco pétalos alternados con cinco sépalos, cinco ovarios con un estilo filiforme y un estigma cada uno y el androceo cuenta con el doble de esa cantidad de estambres; la polinización es entomófila. Los frutos son cápsulas compuestas dehiscentes (semejantes a estrellas en el aspecto) que poseen en su interior varias semillas aladas que son liberadas tras la maduración.

Se adapta favorablemente a los suelos pobres y a la sequía, virtudes por las que se lo emplea en reforestación de zonas donde la tierra ha sido desgastada por cultivos intensivos o en lugares áridos y semiáridos que necesitan ser dotados de vegetación.