La Abelia

Recibe el nombre popular de Abelia, un arbusto muy empleado actualmente  en jardines y espacios públicos registrado científicamente como Abelia grandiflora (un híbrido obtenido mediante la cruza de Abelia chinensis y Abelia uniflora). Mide de un metro y medio a tres de alto, es semicaducifolio y posee ramas arqueadas algo péndulas, rojizas y pubescentes. Forma parte de la familia Caprifoliaceae.

Tiene hojas verdes pecioladas, de ovales a lanceoladas, opuestas, con apariencia coriácea y el margen algo serrado, que miden de dos a seis centímetros de longitud y siempre están colocadas de manera horizontal para captar mejor la luz solar. La nerviación es intrincada y el revés más claro. En otoño amarillean y casi la mitad se desprende. Florece a lo largo de la primavera y el verano.

Sus pequeñas flores blancas y perfumadas poseen simetría radiada, con cinco pétalos soldados parcialmente y redondeados en la parte superior; el interior de la parte tubular es densamente pubescente; aparecen reunidas de a tres en inflorescencias terminales o axilares de tipo cima paniculada. El cáliz, con de dos a cinco sépalos, va de rosado a rojizo y permanece en la planta aún después de que la flor cae. El ovario es ínfero, con tres óvulos de los cuales sólo uno es fértil. El androceo cuenta con cuatro estambres y los frutos son aquenios alargados.

Se lo reproduce mediante división  o por esquejes de madera blanda. Precisa ubicaciones a pleno sol y aunque tolera algo de sombra no florece tan abundantemente. No es exigente en cuanto a suelos siempre que éstos tengan buen drenaje. El riego debe ser moderado y se lo debe disminuir hacia el invierno, cuando su crecimiento se detiene. Acepta abono orgánico. En zonas en las que la temperatura invernal es muy baja conviene protegerlo. Es bueno podarlo al menos una vez al año. Acepta el cultivo en maceta.

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