La Acacia negra

La Acacia negra, que responde al nombre científico de Acacia melanoxylon, es un árbol perennifolio de alto porte que mide entre quince y cuarenta metros de alto, originario de Australia y Tasmania, perteneciente a la familia Fabaceae. Se lo emplea como especie ornamental y también es útil para la fijación de suelos, como por ejemplo las dunas costeras. Implantado en otros ecosistemas que no son el de su lugar de origen se ha mostrado como altamente invasivo.

Su tronco es recto y está recubierto por una corteza oscura y agrietada que posee alto contenido de tanino. Las hojas son bipinnadas en los ejemplares jóvenes, mientras que en los adultos van reduciéndose hasta que el limbo desaparece y se ensancha el pecíolo, transformándose en un filodio de entre seis y quince centímetros; el mismo tiene aspecto coriáceo, forma elíptico-lanceolada y de tres a cinco nervaduras paralelas muy visibles.

Florece en la primavera. Sus pequeñas flores actinomorfas, de color amarillo, se agrupan (de 30 a 50 de ellas) en inflorescencias globosas. Poseen cálices glabros formados por cinco lóbulos semicirculares, la corola es pentámera, tubular, de un centímetro y medio de longitud, numerosos estambres sobresalen de ella puesto que son bastante más largos.

Los frutos son legumbres recurvadas, con un largo de hasta doce centímetros, aplanadas en los espacios inter seminales; las semillas son oscuras, de forma elipsoidal y tienen una gruesa cubierta; son diseminadas por los pájaros y mantienen su poder germinativo por mucho tiempo. Los procesos agresivos sobre el terreno, como los incendios, favorecen la germinación (rebrotando también las cepas fuertes que permanezcan en pie). Se lo reproduce también vegetativamente; precisa suelos húmedos pero con buen drenaje, ácidos y con aporte de materia orgánica. La madera que se obtiene de él es muy apreciada.

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