La avena es una planta herbácea anual de la familia de las Poaceae (gramíneas), su nombre deriva de la palabra latina “aveo” que significa deseo, por la avidez con que el ganado la come. Se la cree originaria de las regiones templadas de Europa Oriental y los Montes Tártaros, pero se han encontrado restos de su consumo en viviendas lacustres de la Edad del Bronce en Suiza y Alemania. Llega a medir entre un metro y medio y dos metros.

La raíz es fasciculada, numerosa, y llega a bastante profundidad, un metro y medio más o menos, a diferencia de otras gramíneas como el trigo y el centeno que apenas sobrepasan el medio metro. El tallo, o mejor dicho los tallos, pues la planta tiene la propiedad de reproducirlos desde su pie o macollo en número de 3 a 6, son gruesos, huecos, con nudos pronunciados y entrenudos cortos. Su período vegetativo total demanda entre cuatro y cinco meses, aunque en las variedades de otoño éste puede extenderse a seis meses.

Las hojas en la base envainan el tallo, tienen el limbo foliar largo y ancho, son gruesas y consistentes, de un color verde oscuro y ásperas al tacto. Las flores se reúnen en una inflorescencia tipo panícula con 3 o 5 flores por espiga. El grano o cariópside fusiforme es agudo en los extremos, se forma envuelto en las glumelas de la flor y su tamaño varía entre los 25 y 45 mm. de diámetro por unos 1 a 2 cm. de largo. El problema de estos granos es que no maduran todos al mismo tiempo y esto dificulta su recolección.

Se adapta al cultivo en diferentes tipos de climas (resiste las heladas) y suelos porque es una planta vigorosa, robusta y de desarrollo rápido (la vemos cultivada tanto a más de mil metros de altura como a nivel del mar), se la puede sembrar tanto en invierno como en primavera, pero durante su período de germinación y macollage precisa que no haya grandes variaciones de temperatura a lo largo del día. Las variedades amarillas por su pequeño porte son aconsejadas para el pastoreo del ganado y para la alimentación humana son mejores las variedades blancas.

Requiere de riego en la primera etapa de su vida pero luego puede resultarle perjudicial, sus largas raíces buscan líquido en las napas subterráneas y eso le basta para completar su crecimiento. Su principal enemigo es la niebla, porque el agua que queda depositada sobre ella luego, a la luz del sol, hace que sus granos terminen perjudicados. Las plagas que la afectan son los hongos y algunos parásitos, la mejor manera de prevenirlos es el tratamiento de las semillas antes de la siembra mediante sulfataje.