Se conoce comúnmente como Escarola, o Endibia, a una planta herbácea bianual comestible que forma parte de la familia Asteraceae, denominada científicamente Cichorium endivia. Originaria de las costas del Mar Mediterráneo es de lento crecimiento y por lo general madura pasados los tres meses.

Se la cultiva por sus hojas, que a pesar de tener sabor amargo se consumen frescas en ensaladas (en época de frío sustituyen a la lechuga, que no lo resiste); a ellas, al igual que a la raíz, se les atribuyen propiedades digestivas, hepatoprotectoras y febrífugas. Su ingesta aporta a nuestra dieta carbohidratos, agua, fibra, proteínas; vitaminas A, B, C, E y K y varios minerales, entre ellos potasio, calcio, hierro y zinc.

Al igual que en su pariente silvestre, la Achicoria común o Chichorium intybus, aparecen el primer año sus grandes hojas formando una roseta basal, del centro de las cuales surgirán posteriormente los tallos florales que pueden alcanzar un metro de alto. Da hermosas flores azules y los frutos son de tipo aquenio.

Se la siembra en almácigos durante el verano para trasplantarla a su lugar definitivo en el otoño, en invierno y primavera se lleva a cabo la cosecha, previamente a la cual se procede a atar sus hojas para evitar que la luz del sol llegue a las interiores, que son las que se consumen; otra técnica es cultivarlas en lugares oscuros para que todas decoloren.

En el mercado se comercializan tres tipos principales, una es la conocida como Endibia común, cultivada en la oscuridad y completamente blanca, otra la Escarola propiamente dicha que tiene hojas claras más anchas y con menos sabor amargo y la Endibia crespa o rizada, que se caracteriza porque sus hojas tienen el borde festoneado.

Puede verse afectada por los hongos, por ello es que conviene controlar la cantidad de agua de riego que se  le suministra cuidando de que no se produzcan encharcamientos y también la atacan las babosas y los caracoles, por lo que habrá que estar alertas ante su aparición.