La Tedera

La Tedera

La Tedera, cuyo nombre científico es Bituminaria bituminosa, es una planta herbácea vivaz originaria de Europa, más precisamente de la zona que bordea al Mar Mediterráneo, habiéndose propagado desde las Islas Canarias hasta Israel. Pertenece a la familia Fabaceae. Sus hojas son ovales y acuminadas, con márgenes irregularmente dentados; según las distintas vaiedades presentan diferencias, por ejemplo la Tedera albomarginata, como su nombre lo indica muestra bordes blancuzcos.

Las flores son sésiles o subsésiles, se presentan reunidas en inflorescencias axilares compactas de tipo umbela sostenidas por largos pedúnculos; están protegidas por brácteas y la corola de forma tubular puede ser de color crema, azul o violeta. Los frutos son legumbres monospermas indehiscentes ovoides de alrededor de medio centímetro provistos de un espolón de mayor longitud y las semillas, oblongas y reniformes, son de color marrón oscuro; no es necesario extraerlas del fruto para sembrarlas, se lo hace directamente aunque dejándolos en remojo algún tiempo antes.

Dentro de la medicina no tradicinal se la emplea como cicatrizante de heridas, en uso externo, mediante la aplicación de cataplasmas sobre las partes afectadas; también calma la irritación producida por las picaduras de insectos y las alergias. En uso interno, ingiriendo una infusión de sus hojas, se dice que es buena para la acidez.

Se la emplea, además, como forraje para el ganado; en recuperación de suelos degradados o contaminados con metales y se extraen de ella varios compuestos que se utilizan en la industria farmacéutica. Las hojas de la Tedera tienen un fuerte olor que las caracteriza, similar al del betún (de allí deriva su segundo nombre científico), que resulta de una combinación de sustancias, entre ellas fenoles y terpenos.

Según la variedad, las Tederas pueden ser más o menos resistentes al frío; la mayoría de ellas se recuperan bien después de un fuerte invierno y las hay que hasta sobreviven bajo una espesa capa de nieve, sobre todo en las montañas; lo mismo ocurre con la cantidad de agua que necesitan. Pero todas precisan de ubicaciones a pleno sol, o en su defecto bastante luminosidad, para florecer abundantemente. Como la mayoría de las leguminosas mantiene una relación simbiótica con la bacteria Rhizobium que se fija a sus raíces.

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