El Algodón de seda, que responde al nombre científico de Calotropis gigantea, o Asclepias gigantea, es un arbusto de alto porte perteneciente a la familia Apocynaceae. Es originario del sudeste asiático y ronda los cuatro metros de altura. Los tallos, al ser cortados, exudan un látex blancuzco que contiene glucósidos, ácidos grasos y oxalato de calcio; en altas concentraciones puede ser muy tóxico, si entra en contacto con la piel provoca enrojecimiento y vesículas, si penetra en los ojos puede causar ceguera y hasta provocar la muerte en un lapso de seis a doce horas si es ingerido.
Sus hojas verdes son ovales y acuminadas, con la nerviación más clara y más patente en el reverso. Posee racimos terminales de flores con aspecto cerúleo, blancas, color lavanda o mixtas. Cada flor consta de cinco pétalos, cinco sépalos (de mayor tamaño, intercalados con aquellos y recurvados hacia fuera) y una columna central formada por la fusión del estigma y el androceo. Gran variedad de insectos y mariposas las visitan y las polinizan porque el polen de consistencia pegajosa se adhiere a sus cuerpos permitiendo que lo trasladen de una a otra.
Por su larga duración se emplea la inflorescencia como flor de corte. Su fruto, de forma ovoide y gruesa pared externa, al secarse se abre permitiendo que sus numerosas semillas sean desperdigadas por el viento ayudadas por el penacho blanco que sobresale de ellas, de él recibe este arbusto su nombre popular y brinda las mismas utilidades que el algodón.
En estudios de laboratorio el extracto de flores y hojas ha demostrado tener efectos hipoglucémicos. Dentro de la medicina no tradicional se emplea la corteza de la raíz como expectorante y sudorífica, mientras se considera que las tisanas a base de flores son un buen tónico estomacal. Con las fibras extraídas de la planta se confecciona una cuerda resistente y duradera que sirve tanto como hilo dental como para tejer redes de pesca.