El Aloe abanico

Se conoce popularmente como Aloe abanico a un arbusto suculento perennifolio, originario del sur de África (donde se lo encuentra en las laderas rocosas de las montañas), que responde al nombre científico de Aloe plicatilis, o Kumara plicatilis. La forma en la que se disponen sus hojas lo hace distinguirse de todos los demás aloes, de allí su apelativo. Suele llegar a medir cinco metros de alto y es miembro de la familia Xanthorrhoeaceae.

Sus tallos recubiertos por una corteza marrón-grisácea (súber o corcho que protege la capa interior que es fibrosa, blanquecina y contiene mucho agua) ramifican dicotómicamente, por lo que su ápice deja de crecer y se diferencian en él dos nuevas células apicales que dan origen a sendas ramas, éstas culminarán en abanicos de hojas carnosas y verdes, dísticas u opuestas, con el vértice redondeado y los márgenes de consistencia cartilaginosa finamente dentados; pueden medir hasta treinta centímetros de longitud por cuatro o cinco de ancho. La savia que emana de ellas es transparente pero al cristalizar se torna amarilla.

Durante la primavera aparecen sus flores tubulares (hasta treinta de ellas pendulando en el extremo de gráciles pedicelos) reunidas en inflorescencias de tipo racimo cilíndrico, sostenidas por un pedúnculo erecto de alrededor de medio metro. Son de color anaranjado-rojizo con el borde superior amarillo.

Se lo emplea como ornamental en los jardines, ya sea en solitario o conformando rocallas y también se lo puede tener en maceta hasta que crezca demasiado. Es de fácil mantenimiento. Podemos reproducirlo mediante semillas (manera en la que su desarrollo será más lento) o vegetativamente puesto que echa raíces con rapidez. Precisa ubicaciones a pleno sol, suelos con buen drenaje, algo más de riego durante el verano y protección contra las heladas en invierno

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