Se conoce popularmente como Arce silvestre, Arce campestre o Arce de Montpellier y científicamente como Acer monspessulanum a un árbol de follaje deciduo originario de las costas del Mar Mediterráneo, miembro de la familia Sapindaceae. Es de crecimiento lento y porte medio, nunca sobrepasa los veinte metros de alto. Su longevidad sobrepasa los cien años.
Tiene un tronco profusamente ramificado que mide alrededor de setenta y cinco centímetros de diámetro; está recubierto por una corteza de color gris oscuro, lisa en los árboles jóvenes, que se va cubriendo de estrías con el paso del tiempo. La copa es amplia y brinda abundante sombra, por ello es que se lo emplea como especie ornamental en parques y jardines.
Sus hojas verdes, glabras, trilobuladas (con el lóbulo central más largo que los laterales) y pecioladas, de aspecto coriáceo y con márgenes enteros, miden de cuatro a seis centímetros de longitud por apenas poco más de ancho (en algunas variedades que se hallaron distribuidas por el mundo el tamaño es aún menor); se disponen de manera opuesta en las ramas y caen, luego de tomar un hermoso tono rojizo, ya bien entrado el otoño.
En la primavera aparecen sus pequeñas y gráciles flores amarillo-verdosas, con forma de farolillos, reunidas en corimbos pendulares. Las masculinas y femeninas nacen por separado pero en la misma planta. Los frutos son disámaras simétricas, con alas convergentes, de entre tres y cuatro centímetros de longitud, que contienen semillas globosas; mediante ellas se lo propaga, o bien realizando acodos aéreos en primavera.
Es adecuado y muy apreciado para la realización de bonsáis. Le agradan los suelos calcáreos y hasta pedregosos; el riego debe ser regular, aunque es resistente a la sequía; admite el uso de abonos orgánicos. No precisa de mayores cuidados y no hay que podarlo. Suele ser susceptible al ataque de la cochinilla algodonosa, la cual se elimina limpiando las hojas con alcohol o agua jabonosa. Provee madera de buena calidad que se utiliza principalmente en carpintería.