El Manzano silvestre, cuyo nombre científico es Malus sieversii, pertenece a la familia Rosaceae. Es un árbol de follaje deciduo originario de la zona montañosa de Asia Central (Kazakhstán, Kyrgyzstán, Tajikistán y Uzbekistán y desde allí se extendió hasta China); se lo halla entre los mil y los mil seiscientos metros de altitud y suele medir entre cinco y diez metros de alto. Diversos estudios determinaron que es el antecesor de los actuales manzanos de cultivo. Está catalogado en la actualidad como especie vulnerable debido a la degradación de su hábitat natural.
Ramifica desde muy abajo y profusamente; sus ramas son ascendentes y la corteza es clara. El follaje no es muy denso por lo que no se lo recomienda como árbol productor de sombra. Sus hojas verdes son ovales y acuminadas, con el borde serrado y rústicas al tacto; en el otoño se tornan rojizas antes de caer (una de las características que lo diferencian de las especies cultivadas que las mantienen todo el año).
Florece en la primavera; los capullos son rosados, pero al abrir dejan ver cinco pétalos blancos libres; los cinco sépalos verdes que conforman el cáliz (que es persistente y permanece luego adherido al fruto) son lanceolados y están cubiertos por una fina pubescencia. Sus frutos pueden llegar a los siete centímetros de diámetro y su ingesta, ya sea frescos o luego de cocidos o transformados en jugo, aporta al ser humano varias vitaminas y minerales. Actualmente sus pequeñas y oscuras semillas con forma de lágrima están siendo criadas en invernadero para proteger la especie y que no se pierda.
Se lo estudia también para mejorar los cultivos modernos de sus descendientes, las variedades Malus domestica o Malus pumila, ya que al crecer silvestre tiene mayor resistencia a las plagas, las enfermedades y el frío.