El conocido comúnmente como Pepino dulce, que responde al nombre científico de Solanum muricatum, es un arbusto perennifolio perteneciente a la familia Solanaceae originario de la región montañosa de Los Andes americanos, cultivado desde la antigüedad por la cantidad y calidad de los frutos que brinda.
Su sistema radicular es extenso pero poco profundo, no sobrepasando nunca los sesenta centímetros. Sus tallos tienen consistencia herbácea cuando jóvenes y se lignifican con el paso del tiempo. Las hojas son verdes, simples, de forma lanceolada y ligeramente pubescentes; miden alrededor de quince centímetros de largo.
Sus bellas flores blancas, veteadas de morado, son hermafroditas y aparece reunidas en racimos con entre cinco y veinte ejemplares, necesitan del viento o de insectos polinizadores para que el polen se deposite, por lo que no todas ellas llegan a convertirse en fruto. Éste último es una baya carnosa comestible de agradable sabor con forma variable, siendo la más común la ovoidal, aunque los hay redondos y hasta alargados. Al madurar se tornan amarillos y presentan también irregulares vetas violáceas en su superficie. Su ingestión en estado fresco aporta a nuestra dieta abundante vitamina C, agua, carbohidratos, proteínas, fibra, minerales y vitaminas A y B.
Las semillas son pequeñas y de forma arriñonada, se puede reproducir mediante ellas pero no es lo aconsejable por la variabilidad de características que presentan a veces con la planta madre; lo más seguro es propagarla mediante esquejes semileñosos que enraízan con facilidad. Precisa climas moderados, no tolera los fríos extremos ni los vientos fuertes; el suelo debe ser suelto y tener buen drenaje. No precisa de mantenimiento especial pero responde mejor si se le aplica bono nitrogenado. La mayor parte de los cultivos actuales son de invernadero, aplicándosele podas frecuentes y entutorados que facilitan la recolección de los frutos.