El geranio (Pelargonium) es una de las flores más cultivadas que, además, crece y florece prácticamente todo el año. Se trata casi siempre como una especie perenne, resistente y fácil de cuidar. Existen más de doscientas variedades de multitud de colores van del blanco al rojo intenso pasando por toda la gama de rosa.

En el interior necesitan mucha luz y en el exterior puedes situarlas en cualquier ubicación pero, donde mejor florece, es a pleno sol.

Respecto al riego es necesario mantener el sustrato algo húmedo mientas florece, sin encharcar. Es mejor que el sustrato se seque a que tenga exceso de agua, sobre todo en los meses de invierno. No les gusta un grado alto de humedad ambiental por lo que no es conveniente mojarles las hojas ni las flores al regar, y si se pueden resguardar de la lluvia mejor.

El terreno para su cultivo puede ser mantillo en un terreno o maceta bien drenado.

Les gustan las temperaturas cálidas que roden los veinticinco grados y en invierno aguantan bien incluso con un mínimo de cinco grados.

Para su mantenimiento es necesario retirar las flores que se vayan marchitando incluido el peciolo cuando crecen en racimos. Aunque resisten bien el frío hay que protegerlos de las heladas.

De vez en cuando se pueden hacer podas de rejuvenecimiento dejando sólo los tallos verdes y flexibles. Admite tan bien las podas que es díficil hacerlas mal por lo que la planta se verá renovada en  cualquier caso. La mejor época para podarlos es en primavera.

Se multiplica mediante esquejes que se pueden plantar en semilleros con buena luz y tierra húmeda.

El principal enemigo del geranio es la mosca africana que cuyas larvas agujerean y muerden los tallos hasta matar la planta. Cuando esto ocurre lo mejor es deshacernos de la planta enferma para que no contagie al resto ya que el ejemplar es imposible de recuperar.