El jacinto (Hyacinthus) es una flor que pertenece a la familia de las liláceas. Mide unos treinta centímetros de altura y sus hojas son alargadas y estrechas de color verde medio. La flor surge de un bulbo y se caracteriza por tener un tallo muy carnoso que termina en un racimo de flores agrupadas que llaman la atención por su fragancia. La variedad de colores del jacinto es muy amplia, los hay violetas, rojos, amarillos, blancos, rosas y azules.

Para que se desarrollen bien necesitan mucha luz y riego moderado pero lo suficiente para mantener la tierra húmeda. Se plantan en agosto o septiembre y florecen entre febrero y marzo, aunque si se cultivan en interior se puede adelantar su floración a diciembre. La flor es una de las más duraderas (hasta un mes) sobre todo si no está expuesta a temperaturas muy elevadas ya que no tolera bien la calefacción.

Se puede abonar cada dos semanas cuando empiecen a salir los tallos de la flor. Para que vuelva a florecer hay que cortarla cuando se estropee y dejar que el resto de las hojas de la planta se marchiten y también cortarlas. Es conveniente sacar el bulbo de la tierra y resguardarlo en un lugar fresco y seco hasta el próximo otoño. Se puede usar un fungicida para protegerlos de pudriciones debido a encharcamientos y ataques de hongos.

El jacinto también se puede cultivar en agua en el interior. Se coloca el bulbo en un recipiente de forma que la parte inferior, de dónde saldran las raíces, toque el agua. Hay que tener el recipiente a oscuras un mes y medio aproximadamente colocándolo en un lugar sin luz o cubriéndolo con plástico negro completamente. Hay que destapar cuando los brotes alcancen unos cinco centímetros de altura y se ha de colocar en un lugar bien iluminado.

Para que luzcan bonitos es mejor plantarlos agrupados o en distintos niveles. De las tres variedades que se comercializan la más común y conocida es la «Hyacinthus Orientalis» de la cual existen numerosos híbridos como la «Amethyst» de un color azul espectacular.