Se denomina popularmente Aguileña común y científicamente Aquilegia vulgaris, a una planta rizomatosa perenne de consistencia herbácea y fácil mantenimiento miembro de la familia Ranunculaceae, originaria de Asia y Europa, es de porte erguido y en época de floración ronda el metro de alto. Tan venenosa como el Acónito provoca los mismos síntomas que aquel.
Sus tallos pubescentes son delgados y de color verde. Las grandes y abundantes hojas basales se distribuyen en forma de roseta y conforman matas bajas, son trilobadas y tienen el borde crenado de manera muy irregular; atraen a caracoles y babosas y habrá que protegerlas de su ataque. Durante la primavera y el verano da hermosas flores hermafroditas, blancas o de color azul-violáceo, que nacen en grupos sostenidas por gráciles pedicelos, las más de las veces pendulares
Están formadas por cinco sépalos que se alternan con los cinco pétalos, cada uno con una protuberancia en la base conocida como espuela. Los estambres son numerosos y se disponen a modo de columna rodeando el gineceo. Hay algunas variedades dobles con flores rosadas o bicolores. Siempre son visitadas por mariposas y colibríes y sirven además como flor de corte. Los frutos son folículos, o sea frutos secos monocarpelares, que contienen varias semillas, para liberarlas se abren a lo largo de su zona ventral.
Se siembra a finales del invierno de preferencia en sustrato arenoso y bajo vidrio; se trasplanta a su ubicación definitiva cuando se ve lo suficientemente fuerte y el clima ha mejorado. También podemos reproducirla mediante división de mata en el otoño. Precisa suelos con suficiente humus, sueltos y con buen drenaje y ubicaciones con sol total o parcial. Admite el cultivo en maceta pero no le agrada el interior de las viviendas. El riego debe ser regular, se recomienda efectuarlo tres veces a la semana en los meses cálidos y sólo una o dos al llegar el frío.