Se conoce comúnmente como Clematis enrulada a una enredadera dicotiledónea, semileñosa y perenne, originaria de América del Norte, donde la encontramos desde el nivel del mar hasta los doscientos metros de altitud, en bosques húmedos de llanuras aluviales y en los bordes de pantanos y marismas. Se la denomina científicamente Clematis Crispa L. o Viorna crispa y forma parte de la familia Ranunculaceae. Se la emplea como ornamental en los jardines.
Tiene tallos pubescentes que suelen medir de tres a seis metros de largo. Sus hojas verdes, pecioladas y deciduas, compuestas por lo general por tres folíolos de ovales a lanceolados, se distribuyen de manera opuesta en las ramas. En lugar de ofrecerle un soporte para trepar puede dejársela también en el piso o sobre bordes de paredes, como tapizante.
Durante la primavera da flores hermafroditas acampanadas, con suave aroma, que rondan los cinco centímetros de diámetro, cuelgan hacia abajo y varían de color celeste claro a azul; carece de pétalos pero cuatro sépalos acuminados, fuertemente recurvados y con los márgenes gruesos y crispados, hacen las veces de ellos. Cuando el clima es benigno puede tener otra floración en otoño. Su néctar atrae a las mariposas.
Los frutos son aquenios hirsutos provistos de un pico. Se la reproduce mediante semillas o esquejes blandos. Prefiere ubicaciones soleadas o con sombra parcial; el riego debe ser regular y el pH del suelo ácido. Acepta el cultivo en maceta. No demanda mayores cuidados. En los inviernos suaves pierde el follaje, en los inviernos duros muere toda su parte aérea pero en ambos casos regresa en primavera luciendo todo su esplendor.