Se conoce comúnmente como “Pichi” a una planta arbustiva perennifolia, originaria de Sudamérica, que recibe el nombre científico de Fabiana imbricata y pertenece a la familia Solanaceae. Crece hasta unos dos metros y medio de alto y se desarrolla a lo ancho otro tanto.
Sus hojas de color verde claro, cortas y carnosas, se disponen de manera imbricada, encimándose parcialmente unas con otras. A comienzos del verano aparecen sus pequeñas pero hermosas flores tubulares de cinco pétalos blancos (aunque hay también una variedad lila: La Fabiana imbricata violácea) y la cubren casi por completo.
Dentro de la medicina no tradicional se le confieren propiedades diuréticas y digestivas; se dice que la infusión preparada con sus hojas protege el aparato gastrointestinal y se han realizado estudios de laboratorio en los que esto ha sido comprobado mediante la evaluación “in vitro” de los múltiples terpenos que contiene.
Suele adaptarse a distintos tipos de suelo (de pobres a moderadamente fértiles) siempre y cuando tengan buen drenaje. Prefiere las ubicaciones a pleno sol pero protegidas de los vientos, puede tornarse clorótica a la sombra. Se la propaga mediante semillas y esquejes semi-leñosos obtenidos hacia finales del verano. Es excelente para repoblar tierras que han sido dañadas por el fuego. Resiste bien los fríos intensos, las plagas y las enfermedades comunes.
Tras los incendios de campos se nota un crecimiento importante en la población de esta especie y se cree que las causas podrían ser: La erosión del suelo que deja expuestas semillas enterradas a mayor profundidad; el efecto directo del fuego que las saca de su etapa de vida latente; el efecto indirecto del fuego que hace desparecer otras especies que compiten por luz y alimento con ellas y, por último, la mayor cantidad de agua de la que disponen, ya sea de lluvia o del subsuelo.