La planta herbácea, totalmente pubescente y perenne, conocida comúnmente como Lengua de buey, cuyo nombre científico es Anchusa azurea, pertenece a la familia Boraginaceae. En su hábitat natural la hallamos bordeando caminos, donde los suelos sean húmedos pero con buen drenaje. Tiene tallo erecto que suele medir entre un metro y un metro y medio de alto, ramifica desde la base misma.
Posee en lo alto hojas sésiles de color verde oscuro y forma lanceolada que se ubican de manera alterna en las ramas, mientras que las de la base sí son pecioladas y tienen forma oblongo-lanceolada algo recurvada la cual las hace semejar a una lengua y de allí su nombre, su pubescencia es más hirsuta y áspera al tacto.
Florece desde mediados de la primavera hasta mediados del verano. Da pequeñas flores hermafroditas, de color azul intenso, que se reúnen en inflorescencias terminales de tipo panícula; poseen cinco pétalos que en la parte protegida por los cinco sépalos verdes (soldados por sus bases) toman forma tubular, para abrirse y separarse luego. Los frutos son tetranúculas, de aspecto verrugoso, que contienen tres aquenios cada una.
Dentro de la medicina no tradicional se le confieren propiedades antitusivas, demulcentes, diuréticas, sudoríficas y anti diarreicas, debidas a los mucílagos y sales de potasio que contiene, probablemente; se emplean sus flores y hojas (recolectadas al finalizar el verano, puestas a secar y guardadas en frascos herméticos), mediante infusiones, en casos de resfríos y bronquitis para aliviar los síntomas molestos y en uso externo (como cataplasma) se la aplica sobre los golpes y los hematomas producidos por ellos; se dice que mejora mucho la piel con problemas de psoriasis gracias a sus propiedades emolientes que calman ardores y pruritos y, al mismo tiempo, suavizan. No puede emplearse durante embarazos, lactancia ni en casos de afecciones hepáticas debido a los alcaloides que están presentes en ella. De la raíz, que es muy profunda, se extrae un pigmento rojizo empleado como colorante.