La Mano de Buda, o Citrus medica digitata, es un árbol de pequeño porte que alcanza cuando mucho los cinco metros de altura. Parece ser originario de Asia (India o China, por el culto al dios del que recibe el nombre). Pertenece a la familia Rutaceae. Su tronco y sus ramas son sinuosos y a menudo con espinas. Las hojas grandes (de entre 10 y 15 centímetros), ovales, con bordes ligeramente dentados o bien apenas festoneados, aspecto coriáceo y de color verde claro dan aroma a limón; y sus flores, como las de los cítricos en general, un intenso perfume de azahar.
Es raro que se consigan ejemplares mediante semillas (pues mayormente no las contiene, o son escasas o poco desarrolladas), generalmente se reproduce por esquejes injertándolos sobre pies de pomelo o naranjo. Es muy sensible a las temperaturas extremas y a la sequía. Se lo utiliza como árbol ornamental (necesita ubicaciones a pleno sol y riego regular) y hasta se lo puede cultivar como bonsái.
Sus flores son blancas pero con tintes púrpura en el exterior, nacen arracimadas. El fruto, de extraña forma (segmentaciones a modo de dedos de la mano), puede llegar a medir unos treinta centímetros de diámetro, dependiendo de la variedad (hay una docena de ellas), como así también el que su sabor sea más inclinado a dulce que a amargo. El fruto posee una gruesa piel amarilla y de poca a nula cantidad de pulpa (por lo que no contiene jugo), fue usado desde la antigüedad para perfumar los hogares y la ropa.
En medicina no tradicional se le atribuyen propiedades digestivas y expectorantes. Para el arte culinario toda la fruta es utilizable, la cáscara se carameliza y constituye una excelente confitura; incluyendo la parte interna de la piel o albedo (que no es tan ácida como la de otros citrus) se preparan mermeladas y jaleas; también se lo emplea para saborizar licores y pasteles en repostería; cortado en rodajas acompaña muchas ensaladas y es ideal para el pescado. Sus aceites esenciales se emplean en Cosmética y Perfumería.
Los frutos maduran hacia fines de otoño y principios de invierno pero desafortunadamente no se conservan en la planta tanto como sus demás parientes. La cosecha y su posterior empacado presentan dificultades por su complicada forma, se los debe lavar y acomodar a mano, lo cual demanda más tiempo. Para incluirlos en una dieta son ideales porque casi no contienen calorías y nos aportan mucha fibra, calcio y Vitamina C.