La Margarita de montaña, miembro de la familia Asteraceae, recibe el nombre científico de Celmisia sessiliflora, o Aster sessiliflorus, y es una especie dicotiledónea de consistencia herbácea endémica de la Isla Sur de Nueva Zelanda, donde se la puede ver en laderas rocosas y zonas de pasturas de las áreas alpinas. En los jardines se la emplea como tapizante o para integrar rocallas.
Es una planta de bajo porte que no sobrepasa los diez centímetros de alto. Ramifica abundantemente formando matas y su follaje es denso. Las hojas verde-grisáceas, algo rígidas y cubiertas por una fina pubescencia, se distribuyen en forma de rosetas compactas, miden alrededor de tres centímetros de largo por cinco milímetros de ancho.
Florece durante la primavera y el verano. El escapo floral es muy corto y las flores aparecen reunidas en una inflorescencia de tipo capítulo de tres a seis centímetros de diámetro; las radiales son blancas, con lígulas sobresalientes de hasta dos centímetros (que semejan ser los pétalos de la margarita, bi o tri dentadas en el ápice) y las agrupadas en el disco son amarillas, tubulares y no sobrepasan el centímetro. El fruto es un aquenio cilíndrico con pappus blanco, compuesto por pelos de un centímetro de longitud, que le permite ser llevado por el viento.
El mejor método de propagarla es a través de semillas frescas aunque pueden lograrse también nuevos ejemplares mediante esquejes ayudados por algún enraizador. Precisa suelos con buen drenaje pues no tolera el exceso de agua pero tampoco le agrada la sequía extrema; no queda mal tampoco en macetas y otros tipos de contenedores. Le agradan las ubicaciones a pleno sol en lugares en los que haga frío porque no está acostumbrada al calor fuerte, si este fuera el caso de nuestro clima optaríamos por tenerla a media sombra.