La Prímula, que responde al nombre científico de Primula veris, es una planta rizomatosa que pertenece a la familia Primulaceae. Es originaria de las zonas templadas de Europa y Asia. Puede ser perenne o semi-perenne según el clima en el que se encuentre. Es de muy bajo porte y nunca sobrepasa los treinta centímetros de altura. Ya no es tan común encontrarlas en los campos debido al avance de la agricultura, pero gracias a la cantidad de semillas que da continúa propagándose, afortunadamente, y no parece haber peligro de que se extinga.
Sus verdes hojas ovales, de bordes ligeramente festoneados y aspecto rugoso, de alrededor de doce centímetros de largo por cinco de ancho, forman una roseta basal. En la primavera nacen sus bellas y pequeñas flores de un color amarillo intenso (lo que la diferencia de su muy parecida Primula elatior en la cual son más pálidas), de un centímetro y medio de diámetro, reunidas en grupos de diez a treinta de ellas, en una inflorescencia de tipo umbela sostenida por un fuerte tallo floral; las mismas poseen una distintiva y fresca fragancia similar a la del anís. Cada tanto algunas dan flores rojo-anaranjadas, éstas son producto de la polinización cruzada natural con otras variedades que se encuentran también en estado silvestre como por ejemplo la Primula vulgaris.
En muchas partes se la consume en ensaladas y hasta se aromatizan con sus flores vinos y vinagres locales. La Prímula cuenta en su composición química con ésteres metílicos, flavonoides y saponinas, siendo estas últimas muchas veces las responsables de reacciones alérgicas, náuseas o diarrea si se la consume en altas cantidades. Dentro de la medicina no tradicional se le atribuyen propiedades sedantes, anti espasmódicas, anti artríticas y anti reumáticas. En la moderna fitoterapia se la emplea en forma de tinturas y extractos secos por sus efectos expectorantes.