La Violeta común, denominada científicamente Viola sororia (o Viola papilionácea), es una planta herbácea rizomatosa y perenne de bajo porte, originaria de la zona este de América del Norte, que pertenece a la familia Violaceae. Mide entre diez y veinte centímetros de alto. Antes de ser utilizada como ornamental en los jardines los nativos la empleaban con fines culinarios (siendo comestibles sus hojas y flores) y medicinales (indicada en casos de constipación, tos y dolor de garganta).
Sus pequeñas pero hermosas flores perfumadas (de alrededor de dos centímetros de diámetro y sostenidas por largos pedicelos que las convierten en aptas para flor de corte) nacen en solitario y tienen los pétalos ovales azules, violetas o blancos recorridos por venas de un tono más oscuro; éstos son cinco, un par más grande en la parte superior, otro par de menor tamaño en la parte media y el último en la base más angosto. Los primeros sirven para atraer a los insectos que van a polinizarla y el restante les brinda el apoyo para acceder al néctar siguiendo las líneas llamadas “guías dulces”, más visibles para los ojos de los insectos que para los de los humanos.
Como las flores salen hacia finales del invierno muchos de los insectos que las polinizan no están aún disponibles, por ello la planta emite flores cleistogámicas que aparecen debajo de las hojas y semejan vainas defectuosas o pimpollos sin abrir pero que contienen todo lo necesario para producir semillas fértiles autofecundándose. Otra adaptación que presenta es la de tener las anteras parcialmente ocultas para proteger el polen.
Las hojas, de bordes festoneados a ligeramente serrados, tienen forma redondeada o acorazonada y están sostenidas por alargados pecíolos; su aspecto es rugoso y se ven muy remarcadas las nervaduras. Se adapta con facilidad a distintos tipos de suelo siempre que tengan buen drenaje; necesita ubicaciones de pleno sol a media sombra y riego moderado.