La característica de estos ramos es la de parecer recién cortados del jardín, su apariencia es fresca y casual. Para unir las flores podemos hacer un entrelazado de hojas e insertar en él las flores, o enrollar los tallos de flores y hojas juntos o bien confeccionar ramilletes por separado de unos y otros para luego unirlos. Podemos, por ejemplo, comenzar con tres hortensias blancas a las que habremos de limpiar la parte baja de los tallos para que queden perfectamente lisos, conservando las hojas superiores para que sirvan de marco; una vez atadas le intercalaremos tres claveles rosados.

Procederemos a añadir entonces algunos alelíes para darle una nota de color más fuerte; pueden ser también fresias. Completaremos con pequeñas rositas de tipo “rococó” para darle la forma deseada al ramo y uniremos todos los tallos con cinta a prueba de agua, dándole varias vueltas, resta tan sólo cortarlos del mismo largo y por último cubrir la unión con un listón (de seda o raso) ancho y de dos metros de largo (al menos) para formar con él un gran moño que le dará la terminación adecuada.

Si lo confeccionamos solamente de rosas puede ser en tamaño pequeño, para lo cual utilizaremos una rosa grande para el centro rodeada de cinco o seis de menor talla, o bien en tamaño grande usando tres para el centro y agregando dos filas más de pimpollos, por ejemplo. No olvidarse de colocar algo de follaje, que en este caso preciso puede ser helecho y terminar adornándolo con un listón al tono. Algunas de las flores que quedan muy bien sin combinar con otras son: Las gerberas, las calas, los tulipanes y los jazmines.

Si se unen varios ramilletes es bueno combinar los colores de las flores alternándolos y para que no se note la diferencia que habrá entre los distintos tallos éstos pueden cubrirse por completo con la cinta a prueba de agua primero y el listón de color después. Aunque se utilicen flores silvestres tener en cuenta los mismos consejos.