Sembrando vida

remolinos

Parece algo tan simple, colocamos una semilla en tierra o en agua y ésta germina. Pero es todo un proceso complejo que la naturaleza ha elaborado para conservar la vida en la tierra. Las plantas se secan y mueren pero su simiente se perpetúa, al igual que la de los animales. Las semillas se originan en las flores, luego de que los óvulos (elementos femeninos) son fecundados por los granos de polen (elementos masculinos). Hay semillas de todas formas y tamaños, pequeñas y livianas como las de las orquídeas y grandes como las contenidas en los carozos de muchas frutas.

La gran cantidad de semillas es la que asegura la supervivencia de la vida vegetal (en una planta de maíz podemos contabilizar mil semillas y en una de biznaga puede haber hasta 200.000). Pero eso no basta, tienen que dispersarse o ser dispersadas por agentes externos, esto sirve para que encuentren un nuevo lugar donde prosperar, pues si todas nacieran al pie de la planta madre acabarían por sucumbir.

La naturaleza asegura el transporte, a veces es el viento como ocurre con las semillas de los cardos provistas de un sistema aerodinámico único, otra el agua que corre en los ríos cuando las semillas están recubiertas de bolsas aireadas que les permiten flotar, las patas de los insectos y los pájaros en los casos en que las semillas presentan en la superficie sustancias o extensiones adherentes, esto último lo apreciamos bien en los abrojos que se adhieren con fuerza a la lana de las ovejas o al pelo de otras criaturas. Hay casos en los que las semillas son ingeridas y luego defecadas y otros en los que el mismo fruto al abrirse las arroja a gran distancia.

Todas cumplirán idéntica misión, crear un ser idéntico o similar al menos al que les infundió vida. Permanecen en estado de suspensión o latencia hasta que encuentran las condiciones óptimas para germinar. La naturaleza les dio sustancias de reserva suficientes para que soporten largo tiempo. Cuando las condiciones estén dadas absorberán líquido y comenzarán a hincharse, la temperatura y hasta el oxígeno (que precisan en grandes cantidades, por ello no hay que enterrarlas muy profundo cuando se las siembra) ayudarán en la tarea. El embrión continuará nutriéndose de las sustancias acumuladas y veremos crecer nuevas plantas en apenas días.

Ellas tomarán del aire algo muy nocivo para nuestra salud, el anhídrido carbónico, y devolverán a la atmósfera algo que para nosotros es imprescindible, el oxígeno. El ciclo de la vida renace cada día gracias a los seres verdes del planeta, respetémoslos como nuestros más fabulosos aliados porque es lo que en verdad son.

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