El árbol perenne conocido como Eugenia cumini, que responde al nombre científico de Syzygium cumini, pertenece la familia Myrtaceae y es originario del sudeste asiático, aunque se halla hoy en día distribuido por varias partes del mundo y en algunas hasta se convirtió en especie invasiva. Por el parecido de sus frutos se lo confunde muchas veces con las “blackberry”, pero ni siquiera hay parentesco entre ambas plantas y a los frutos de esta especie se los conoce como “jambulan”.
Son de crecimiento lento pero constante, se han hallado ejemplares de más de cien años y treinta metros de alto. Su denso follaje lo convierte en un árbol ideal para proveer de sombra a los jardines a la vez que sirve como ornamento por su profusa floración. Posee una corteza rugosa y de color gris oscuro en el tronco mientras que en las ramas ésta se torna más lisa y suave. La madera que se obtiene de él es resistente al agua pero demasiado dura como para realizar con ella trabajos finos, por lo que se la emplea mayormente en la confección de vigas para techos o durmientes de ferrocarril.
Sus extrañas hojas son casi rosadas cuando jóvenes pero con el paso del tiempo se tornan verdes y brillantes adquiriendo consistencia coriácea; sirven como alimento para el ganado y se asegura que tienen alto valor nutritivo. En la primavera se llena de flores pequeñas y fragantes. Los frutos, de forma ovoide, comienzan siendo verdes, cambian a rojizos y se oscurecen al madurar; su sabor es agridulce y son ricos en vitaminas A, B y C. Aportan también a nuestra dieta carbohidratos, fibra, proteínas, agua, hierro, magnesio, fósforo, potasio y sodio.
Dentro de la medicina no tradicional se le atribuyen a sus semillas propiedades digestivas y depurativas de la sangre. Las hojas y la corteza se utilizan para controlar la presión arterial y se dice que mejoran las afecciones bucales como la gingivitis, por ejemplo. Con los frutos se produce vino y, además, vinagre.