El Cocotero o Cocos nucifera es una palmera monoica que pertenece a la familia Arecaceae, llega a medir más de veinte metros y su característica más sobresaliente es el fruto que produce, el cual recibe el nombre de Coco. Se la cree originaria de las islas del Océano Pacífico pero está ya distribuida por todas las playas marítimas comprendidas entre el Ecuador y los Trópicos. Vive entre 50 y 90 años, comenzando a florecer recién de los ocho años en adelante (hay también especies enanas, que viven la mitad de ese tiempo pero florecen a los cuatro años). La producción media anual es de unos 100 a 150 cocos por planta.
Su tronco, que alcanza el medio metro de circunferencia, tiene tendencia a inclinarse. Hacia el ápice se va angostando y allí nacen las hojas, en la yema terminal; éstas son grandes, de color amarillo verdoso, pinnadas (con folíolos de aspecto coriáceo de unos 50 cm o más) y alcanzan generalmente los tres metros de largo, pudiendo emitir por año una docena o docena y media de ellas, se las utiliza trenzadas para la confección de cestas y sombreros. Tanto las flores femeninas como las masculinas se reúnen en la misma inflorescencia paniculada axilar, una bráctea que recibe el nombre de espata las protege. La polinización puede ser efectuada por los insectos o por el viento. Las flores masculinas en los cocoteros de gran porte se abren antes que las femeninas pero en los cocoteros enanos la apertura es simultánea por lo que tienen mayores posibilidades de autofecundación.
Los frutos, que son drupas ovoidales de cerca de 30 cm de largo y más de 2 kilogramos de peso, están recubiertos de fibras y tardan más de un año en madurar. La pulpa blanca que contiene es comestible, seca y rallada se la usa principalmente en repostería. El coco es una semilla muy resistente y al caer al mar suele ser transportada a lugares lejanos donde termina germinando. Requiere de lugares con mucho sol (no tolera sombra ni semisombra), alta temperatura, elevada humedad ambiente (más de 60%) y suelos de preferencia arenosos y con napas de agua superficiales (aunque éstas sean salinas).
Admite fertilizantes fosforados, necesitando además nitrógeno, potasio, calcio y cloro; pueden ser aplicados dos veces al año, antes de la época lluviosa y al finalizar la misma. A fines de la reproducción se entierran los cocos frescos, sin quitarles la cáscara, en un lugar con humedad constante, en dos o tres meses brotan. Sus raíces son fasciculadas, las primarias se encargan de fijar la planta al suelo y absorben agua y las terciarias, derivadas de las secundarias, son las que extraen las nutrientes que la planta necesita.
Esta palmera siempre fue útil al hombre, su madera se emplea en construcción, la savia puede consumirse fresca o dejándola fermentar para que se transforme en “vino de coco”; de la pulpa seca (que recibe el nombre de “copra”), la cual contiene un elevado porcentaje de lípidos, se obtiene un aceite con el que se elaboran luego la margarina y el jabón (es la especie más importante en cuanto a producción de grasas vegetales); con las fibras que rodean al fruto se confeccionan cuerdas y haciéndole una incisión o abriéndolo al medio puede beberse la deliciosa agua de coco que conserva en su interior, aproximadamente ¼ litro de néctar. El coco aporta a nuestro organismo hidratos de carbono, calorías, grasas, fibra, magnesio, potasio, ácido fólico y vitaminas C y E.
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