La gardenia (Gardenia Jasminoides) es una planta perenne de crecimiento arbustivo y compacto muy apreciada por sus flores. Sus hojas son pequeñas de color verde oscuro brillante y las flores son de color blanco crema y extremadamente aromáticas. La floración se produce de mayo a junio y de septiembre a octubre, pero incluso sin flor es una planta hermosa que puede alcanzar fácilmente el metro de altura.

En verano le gustan los sitios claros o en semisombra pero cálidos y en invierno temperaturas de unos dieciseis grados, pero siempre con un alto grado de humedad ambiental, por lo que se puede vaporizar a diario sin mojar las flores.

Durante los meses veraniegos será necesario regar de forma espaciada pero abundante con agua blanda y tibia para mantener el cepellón siempre húmedo. Durante el invierno basta con mojar la planta lo suficiente para que no se marchite.

Para que crezca bien necesita suelos ácidos de musgo y mantillo y abonar con fertilizante líquido, apropiado para ese tipo de suelos, cada dos semanas desde principios de primavera hasta principios de otoño.

La gardenia se multiplica mediante esquejes en primavera y finales de verano. Se puede podar a finales de invierno.

Respecto a enfermedades y plagas, el problema más habitual es la caída de las yemas antes de que se abran. Esto ocurre debido a los cambios bruscos de temperatura o al exceso de agua. En ocasiones hay una alteración en el color de las hojas que tienden a amarillear casi siempre porque la planta no dispone de hierro suficiente en la tierra, por lo que hay que compensarlo añadiendo a la misma los productos adecuados como el quelato de hierro.

También hay que vigilar de cerca las plagas de ácaros o de cochinilla que estropean la planta por completo impidiéndonos disfrutar de la deliciosa fragancia de la gardenia.