El Jacinto silvestre, también conocido como Jacinto de los bosques, es una planta bulbosa perenne, de consistencia herbácea, que responde al nombre científico de Hyacinthoides non-scripta (o Scilla non-scripta). La encontramos formando parte de los sotobosques con clima atlántico en el oeste europeo aunque también se halla naturalizada en otras partes del mundo. Forma parte de la familia Asparagaceae.
Del bulbo subterráneo, provisto de raíces contráctiles, nacen de tres a seis largas hojas lanceoladas y un pedúnculo floral que sostiene una inflorescencia de tipo racimo, todo el conjunto suele rondar los cuarenta centímetros de alto. Los bulbos frescos son venenosos; el líquido viscoso que contienen, compuesto principalmente por inulina, se empleaba antes como sustituto del almidón pero en sí no lo contienen, a diferencia de muchas otras monocotiledóneas que poseen ambos químicos. Una vez seco y reducido a polvo se lo usa como diurético y astringente.
Cada flor perfumada está sostenida por un corto pedicelo (provisto de dos brácteas) del cual pende; comúnmente son de color azul aunque las hay también rosadas o blancas. Los seis tépalos soldados por la base y abiertos en los extremos les dan aspecto de campanillas. La polinización es entomófila. Los frutos son capsulares.
En los últimos tiempos se ha convertido en moda el tenerlo en los jardines, pero la extracción de bulbos de su hábitat natural está penada por la ley; sólo puede reproducirse mediante semillas y éstas precisan al menos un mes de frío constante antes de abrirse para germinar, esto se logra o bien introduciéndolas en la tierra y dejándolas pasar allí todo el invierno o guardándolas una temporada en el refrigerador. Luego resta esperar cinco años hasta que la nueva planta florezca.