El Tomatillo, o Tomate Verde, que responde al nombre científico de Physalis ixocarpa, es una planta herbácea anual muy ramificada, originaria de México y extendida por toda Centroamérica, que mide entre uno y dos metros de alto; pertenece a la familia Solanaceae. Necesita de un soporte o entutoriamiento porque de otra forma los tallos se distribuirían a ras del suelo.

Da pequeñas flores amarillas con la base de los pétalos de color púrpura. Sus frutos, de color verde (semejantes a tomates comunes antes de madurar y tornarse rojos), son bayas comestibles de forma esférica (con una textura distintiva y un sabor entre ligeramente ácido y dulce a la vez), que parecen estar envueltos en papel y aparentan ser farolillos chinos pendiendo de las ramas; esa cubierta se rompe cuando alcanzan la madurez (se la suele emplear luego en arreglos de flores secas); miden entre cinco y ocho centímetros de diámetro.

Sólo los frutos pueden ser ingeridos, el resto de la planta es muy tóxica; se los emplea en ensaladas, se confecciona con ellos la llamada “salsa verde” y admiten ser guisados, freídos y hasta horneados. En la variedad “Golden nugget” los frutos se tornan amarillos al madurar. Su ingesta proporciona al organismo vitaminas A, B y E, hidratos de carbono, hierro, potasio, fósforo, proteínas, fibra y calcio.

En la actualidad se lo cultiva en muchos países y en otros se ha naturalizado la variedad silvestre, Physalis philadelphica. Se reproduce mediante semillas que conservan su viabilidad por varios años; al igual que los tomates comunes tarda entre 50 y 70 días en fructificar, y la cosecha se lleva a cabo un par de semanas más tarde. Necesita exposición a pleno sol pero tolera también una media sombra. El riego debe ser regular y conviene protegerlos de las heladas cubriéndolos; comúnmente se los hace germinar en invernadero y se los trasplanta al lugar definitivo cuando ya las temperaturas no son tan bajas.