La hermosa Orquídea azul, que responde al nombre científico de Vanda coerulea y pertenece a la familia Orchidaceae, no es una planta común, es en realidad una rareza y algunas de sus variedades incluso se hallan en peligro de extinción debido a que su entorno natural en Asia está siendo destruido. Puede ser difícil de cultivar pero, con paciencia, determinación y la información correcta, podemos disfrutar de sus flores alrededor de tres veces al año.

En su ecosistema las orquídeas azules crecen sobre los árboles con sus raíces aéreas en libertad para poder absorber la humedad del ambiente, pero igualmente podemos cultivarlas en macetas o tiestos colgantes acondicionados en los que las raíces no estén aprisionadas. Para ello no deben tener tierra sino un medio liviano como fibra o corteza, o una mezcla de ambas que en muchos casos ya nos la venden lista para usar en los viveros.

Este tipo de orquídea demanda mucha luz, si las tenemos en un invernadero las colocaremos muy cerca del techo traslúcido y dentro de la casa en la habitación más luminosa que haya, de otra forma no crecerá. En los meses de calor hay que administrarles un suplemento de potasio cada dos semanas y en la temporada fría con una vez al mes será suficiente. Precisan mucho riego, el cual debemos aumentar durante la floración, luego de ésta se le dará un período de descanso hasta ver que la tierra esté seca (aproximadamente dos semanas) y se las volverá a regar como se lo hacía habitualmente.

Posee hojas alargadas de aspecto coriáceo y color verde oscuro, sus hermosas, grandes y duraderas flores azules se reúnen en inflorescencias axilares de tipo espiga y hasta sesenta centímetros de longitud. Cada dos años conviene cambiarlas de recipiente, con mucho cuidado de no dañarlas, para que continúen produciendo flores.