El Hibisco de coral, que responde al nombre científico de Hibiscus schizopetalus, es un arbusto perennifolio, de corteza gris oscura, que suele rondar los tres metros de altura y pertenece a la familia Malvaceae. El distintivo principal de esta planta originaria de África son los irregulares pétalos de sus flores de color rojo-anaranjado. Sus hojas no difieren mucho de las de otros hibiscus, principalmente de las del Hibiscus rosa-sinensis con las que tienen gran similitud.

Presenta una ramificación muy abierta, de varas delgadas y con tendencia a arquearse; cuando está florecido es muy vistoso y es por eso que se lo emplea cada vez más como especie ornamental en los jardines; no se adapta como planta de interior pues precisa mucho sol, de otra forma no florece. Tiene hojas elípticas, de color verde oscuro y bordes dentados, que se disponen de manera alterna en las ramas, sostenidas por cortos pecíolos.

Las grandes flores (de cerca de diez centímetros) son solitarias y cuelgan de un largo pedicelo; las mismas poseen cinco pétalos de bordes rizados con profundas entradas y recurvados hacia atrás, de entre ellos asoma una prolongada vara estaminal; si quitamos las que se van secando aseguramos una nueva floración y podemos mantener el arbusto así todo el año.

Se la multiplica en la primavera mediante esquejes semileñosos a los que podemos sumergir antes en alguna hormona de enraizamiento para un resultado más seguro; es de rápido crecimiento. No le agradan las bajas temperaturas ni los encharcamientos del terreno, pero sí precisa de bastante riego en las épocas de mucho calor lo cual se soluciona proporcionándole sustratos con un óptimo drenaje. Admite las podas intensas y además le son necesarias, si no su aspecto es bastante desaliñado. Es muy resistente a plagas y enfermedades.