El Narciso silvestre es una planta bulbosa perenne originaria de Europa del norte y central, donde crece en los bosques húmedos y en los valles. Recibe el nombre científico de Narcissus pseudonarcissus y forma parte de la familia Amaryllidaceae. Es más pequeño que los narcisos cultivados pero es un buen ornamento para el jardín cuando está en floración, esto ha provocado una importante merma en la cantidad que antes había en estado salvaje pues la gente las recolecta.
Su bulbo es redondeado, de color marrón oscuro por fuera y blanco-crema por dentro; posee numerosas raíces en cabellera. De él nacen varias hojas verdes lanceoladas de hasta treinta centímetros de largo con el margen entero; entre ellas asoma, en la primavera, un grácil pero fuerte y erecto pedúnculo que sostiene una flor amarilla con seis tépalos, que semejan pétalos, muy aromática (los pétalos verdaderos están soldados entre sí formando un tubo central con los bordes dentados).
Los frutos son cápsulas con tres lóculos que contienen una buena cantidad de semillas. Se lo reproduce mediante ellas o utilizando los bulbos, para que estos se mantengan sanos durante su período de latencia hibernal es conveniente quitarlos de la tierra ni bien las hojas comienzan a amarillear y almacenarlos en lugares secos y aireados luego de que pierdan la humedad, así podremos reutilizarlos al año siguiente. En zonas donde los inviernos sean secos pueden quedar en la tierra, aunque la protegeremos con mulch si hace demasiado frío.
Le agradan las ubicaciones a media sombra y las temperaturas moderadas, se adapta a distintos tipos de suelo mientras tengan buen drenaje (para evitar encharcamientos que pudrirían el bulbo) y el riego debe ser regular siempre por la base, evitando mojar las hojas y las flores. Cultivada en el interior de la vivienda debe tener buena iluminación pero nunca dejarla junto a ventanas por las que entre el sol directo. Dentro de la medicina no tradicional se le confieren propiedades eméticas y laxantes.