El Azafrán silvestre, o Azafrán de otoño, es una planta de consistencia herbácea, bulbosa y perenne, que responde al nombre científico de Crocus serotinus (o Crocus nudiflorus). Es originaria de Europa y el norte de África y forma parte de la familia Iridiaceae, al igual que los gladiolos y las fresias. Crece sobre suelos pedregosos y en pastizales.
No sobrepasa los quince centímetros de alto y es muy tóxica, tanto para los animales como para las personas. De su cormo subterráneo surgen hojas verdes, largas y acintadas, de bordes enteros, que brotan en la primavera y se marchitan al terminar el verano para dar paso a la floración que es otoñal.
Las flores hermafroditas y de ovario ínfero, están formadas por seis tépalos libres, ovales y apenas acuminados, de un color que varía entre lila y violeta, tres estambres insertos en la base de los tépalos, estigma trífido y un estilo amarillo-anaranjado dividido en tres ramas en la sección superior. La polinización es entomófila. Los frutos son cápsulas membranosas con tres lóculos en los que se alojan las semillas.
Las subespecies reconocidas son: Crocus serotinus subespecie serotinus, conocido como “Azafrán bravo”, con flores aromáticas y algunas hojas no del todo desarrolladas; Crocus serotinus subespecie clusii: Sin hojas durante el período de floración y Crocus serotinus subespecie salzmannii: Con flores más grandes pero sin perfume, acompañadas por entre cinco y siete hojas, y un cormo que saca estolones para propagarse por el terreno.
Todas se diferencian de la especie Crocus Sativus, que es el azafrán comestible, porque esta última posee un estilo alargado de color rojo intenso, que es lo que se recolecta para ser utilizado como condimento, en la cocina mundial, tras su secado.