El Roble

roblesEl Roble, o Quercus, es un árbol de la familia Fagaceae, su altura varía entre los 5 y los 40 metros; su crecimiento es lento,  llegando  a vivir un término medio de 600 años, habiéndose hallado ejemplares de más de 1000 años de antigüedad. Sus raíces son profundas, su corteza es lisa en la juventud pero luego tiende a agrietarse, las ramas principales son casi rectas mientras que las secundarias son sinuosas, todas son fuertes y con muchos nudos. No sólo es un árbol que hallemos silvestre en la foresta, los hay también en variedades ornamentales.

Sus yemas aparecen en grupos en los ápices y son cortas, con forma angular. Las hojas son alternas, simples, caducas, con lóbulos redondeados, consistencia coriácea y cortos pecíolos. Los frutos son las conocidas bellotas, de sabor amargo, de escaso contenido oleoso pero muy ricas en almidón. Maduran en otoño y se pueden recolectar hasta el invierno.

El roble prefiere suelos profundos, frescos, un poco arenosos  y bastante sueltos. Precisa mucha agua, se da mejor en zonas con una precipitación media anual de 400 mm. Es resistente a las temperaturas extremas. Si hay heladas tardías se adapta retrasando  la aparición de los brotes. La madera, dura y pesada, es muy utilizada en los astilleros por su resistencia a la humedad y a la inmersión. También por ser apta para permanecer  a la intemperie se fabrican con ella durmientes usados posteriormente en la construcción de vías férreas. Donde más se la aprecia es en la industria vitivinícola pues sirve para hacer las duelas de cubas y toneles que les traspasan a los vinos buen sabor y, por lo tanto, una mayor calidad.

Su corteza es rica en tanino y se utiliza para el curtido; un té preparado con ella, por ser astringente, contiene la diarrea;  una decocción aplicada mediante apósitos mejora los ojos inflamados y las quemaduras.

Tanto el roble común (Quercus robur) como su variedad albar (Quercus petraea) figuran desde tiempos remotos en leyendas o tradiciones orales y hasta en la literatura clásica son mencionados en los poemas tanto épicos (cantares de gesta) como románticos.

El que hoy lo haya querido destacar es porque ha llegado el fin de un año y el comienzo de otro; ya que los celtas, a través de sus sacerdotes  druidas (que practicaban su culto en los claros de los bosques) lo tenían como el principal entre sus árboles sagrados (roble, aliso, avellano, sauce, manzano, abedul y tejo) considerándolo  un símbolo de resistencia y triunfo. Usaban su madera como combustible en las cremaciones y lo veían así como una puerta de paso al otro mundo. Era el árbol del fin y de un nuevo principio pues creían en la inmortalidad del alma y en su transmigración.

Dejar un comentario:

Tu email no será publicado.

Site Footer