Se conoce como Wasabi a una planta cuyo nombre científico es Wasabia japónica y que pertenece a la familia Brasicaceae. El condimento del mismo nombre, que se emplea principalmente en la cocina japonesa, se obtiene rallando sus rizomas. Su sabor fuerte, más que picante, es percibido a través de la nariz (al igual que el de la mostaza), donde ingresa a través de los vapores. La sensación que produce no dura tanto como la de los pimientos.
En estado natural sólo podemos encontrarla diseminada por el archipiélago japonés y en la isla rusa de Sajalín. Dentro de Japón se la cultiva en la Península de Izu, cerca de Tokio. Con sus hojas y sus brotes frescos se preparan ensaladas y también hay una bebida aperitiva a base de esta planta. Como su producción masiva es de costo elevado se ha ideado un sucedáneo económico que emplea rábano picante en su composición.
Grandes hojas de color verde oscuro, con forma redondeada o ligeramente acorazonada y bordes apenas dentados, surgen del tallo modificado o rizoma, sostenidas por largos pecíolos. Sus pequeñas flores blancas provistas de cuatro pétalos se reúnen formando inflorescencias terminales de tipo corimbo.
Para no caer en engaños es mejor comprar el rizoma recién extraído, el cual se ralla y se mezcla con agua al momento de usarlo. Su inhalación provoca goteo de las fosas nasales y activa los lacrimales. La pasta se prepara a último momento dado que a los quince minutos pierde el sabor si queda expuesta al aire, muchos la sirven cubierta por el arroz para que se conserve.
La ingesta de wasabi provee a nuestro organismo de calorías, carbohidratos, fibra y proteínas. Dentro de la medicina no tradicional se le confieren propiedades antisépticas y antibacterianas, incluso se acostumbra frotar un preparado sobre las heridas porque se dice que de esa manera éstas no se infectan.