La Protea caffra

La Protea común, que recibe el nombre científico de Protea caffra, es un arbusto perenne muy resistente que suele medir entre dos y tres metros de alto con copa irregular y difusa, perteneciente a la familia Proteaceae. Crece en medio de pastizales abiertos o bien en crestas rocosas de la parte sur del continente africano, desde el nivel del mar hasta una altitud de dos mil metros aproximadamente.

Los miembros de esta singular familia están sobre el planeta desde hace ya millones de años y Linneo las bautizó en honor del dios griego Proteo que se decía podía cambiar de forma según su voluntad, debido a la gran diversidad de estas plantas que se auto modifican dependiendo del entorno en el que se encuentran, dando contínuo origen a nuevas especies y hasta a subfamilias completas. Su epíteto científico deviene del nombre de la región norte de Sudáfrica donde fueron descubiertos los primeros ejemplares, denominada Caffraria en el siglo diecisiete; pero no llamó mucho la atención hasta que fuera introducida en el Jardín Botánico de Kew dos centurias más tarde.

De la que hoy hablamos, y se supone ha sido la original, está cubierta por una corteza fisurada, negra o marrón oscuro (se dice que los nativos la empleaban con fines medicinales); posee grandes hojas elípticas, glabras y de aspecto coriáceo. En la primavera, durante un período de seis a ocho semanas, da diminutas flores, reunidas en inflorescencias terminales de tipo capítulo globoso, aparecen en solitario o en grupos de tres o cuatro de ellas, rodeadas de brácteas ovales protectoras de color rojizo, rosa o crema, las cuales forman el involucro; el conjunto mide alrededor de ocho centímetros. Son polinizadas por un tipo especial de escarabajos que son atraídos por su perfume dulzón.

Los frutos son pequeñas nueces cubierta de pilosidades. Se lo reproduce en verano, mediante semillas que germinan a las tres semanas de ser colocadas en el sustrato; como es de lento crecimiento recién al año las plántulas alcanzan los diez centímetros y darán flor recién al sexto año, tras haber realizado una buena poda de sus ramas bajas para estimular la aparición de yemas florales.

Prefiere suelos ligeramente ácidos (aunque se lo ha encontrado en terrenos alcalinos, otra característica de su variabilidad), con buen drenaje; el clima de cada año influye notoriamente en su apariencia, si se presenta frío y seco las hojas crecerán delgadas y de un verde más claro, mientras que si es más benigno en cuanto a temperaturas y precipitaciones las mismas serán de mayor tamaño y tendrán mejor color y textura más suave, por ejemplo.

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