El Acantholimon, que responde al nombre científico de Acantholimon glumaceum, es una pequeña planta herbácea, perenne y siempre verde, miembro de la familia Plumbaginaceae, originaria de las costas orientales del Mar Mediterráneo donde su hábitat natural se extiende desde las costas rocosas hasta las altas montañas. Se la emplea en la actualidad como ornamental en los jardines de todo el mundo por la belleza de su floración, principalmente componiendo rocallas. Mide entre quince y treinta centímetros de altura y cubre una amplia superficie de terreno.
Sus hojas verdes rígidas, simples, de lineales a lanceoladas (fuertemente acuminadas), se distribuyen de manera espiralada. Durante el verano da hermosas flores rosadas que se agrupan en espiguillas de pocos ejemplares (protegidas por brácteas verdes) insertas a su vez en una alargada panícula; el cáliz es un embudo compuesto por cinco sépalos blancuzcos soldados y la corola posee cinco pétalos unidos por sus bases. También tienen cinco estambres y cinco estilos libres. Son polinizadas por diferentes tipos de insectos. El fruto es capsular.
Se la suele propagar mediante semillas (aunque les cuesta bastante germinar y las plántulas crecen lentamente; si en el invierno aún no aparecen las primeras hojas se las deberá proteger con una capa de mulch) o por esquejes, ya sea al finalizar el verano o bien en la primavera cuando ya no haya peligro de heladas. Prefiere condiciones climáticas más bien secas que húmedas y suelos alcalinos con mezcla de grava fina o arena. Debe estar ubicada en lugares con sol pleno o en su defecto en los que haya mucha luminosidad.