Se conoce popularmente como Janiparindiba y bajo el nombre científico de Gustavia hexapétala a un árbol perennifolio miembro de la familia Lecythidaceae, originario de América del Sur, donde crece en la selva a la sombra de árboles mucho más altos que él. De porte medio, suele estar entre los ocho y los diez metros de altura. Es empleado como ornamental gracias a lo frondoso de su copa y la belleza de sus flores; también su madera es muy apreciada para la construcción y la ebanistería, a pesar que cuando está recién cortada emana olor desagradable.
Posee un tronco cilíndrico, que mide de veinte a treinta centímetros de circunferencia, recubierto por una suave corteza; su copa tiende a ser piramidal. Sus grandes hojas son simples, ovales, verdes y de aspecto coriáceo; con nerviación muy marcada, márgenes ligeramente serrados y vértice acuminado. En la primavera da solitarias y perfumadas flores formadas por seis pétalos blancos y con un sinnúmero de estambres de filamentos amarillos y rosados que engalanan su centro.
Sus frutos globosos son del tipo “pixidio”, similares a los capsulares, verdes al comienzo y marrones al madurar; con pulpa amarillo-anaranjada y de dos a diez semillas esféricas, oscuras y brillantes en su interior; a éstas conviene sembrarlas frescas pues conservan su viabilidad sólo tres meses y les lleva de cuarenta a sesenta días germinar. Es un árbol de crecimiento lento, midiendo recién a los dos años cerca de un metro y medio. Le gustan los suelos de consistencia arcillosa, rocosa o arenosa; ubicaciones con sombra parcial o con luz filtrada a través de las copas de otros árboles y riegos moderados, en época de floración se le pueden administrar fertilizantes junto con el agua.
Es bastante resistente a plagas y enfermedades. A las hojas jóvenes y a la parte interna de su corteza se le confieren, dentro de la medicina no tradicional, propiedades anti vomitivas; en uso externo se las emplea a modo de cataplasma contra las picaduras de insectos.