Se le da el nombre popular de Árbol de la muerte a un representante de la familia Euphorbiaceae, originario de América Central (donde crece en las costas salinas y arenosas), que responde al nombre científico de Hippomane mancinella; es de porte medio y suele alcanzar veinte metros de alto con una amplia copa. No es apto para el consumo humano debido a su alta toxicidad; todo el árbol exuda un látex blanco cáustico muy irritante que de ser ingerido puede provocar la muerte. Su corteza gris es gruesa y agrietada.
Posee hojas verdes, simples y pecioladas, con forma elíptica, nerviación amarilla muy contrastante y aspecto coriáceo, que se disponen de manera alterna. Da pequeñas flores que aparecen reunidas en inflorescencias axilares de tipo espiga que miden alrededor de siete centímetros de largo. En ellas hay tanto flores femeninas como masculinas.
Las primeras, que se ubican en la base, son rudimentarias y constan apenas de un ovario redondeado con un estigma estrellado; las segundas, que son minúsculas, tienen sus anteras repletas de polen amarillo que produce severas alergias en personas sensibles. Los numerosos insectos que las visitan llevan a cabo la polinización.
Los frutos son similares a las manzanas pero de menor tamaño, dado que sólo alcanzan unos cuatro centímetros de diámetro. Tienen agradable aroma, sabor y una piel suave y brillante, pero su ingesta provoca vómitos y diarrea, llevando a la deshidratación total. En su interior encontramos varias semillas redondas y oscuras. A pesar de su peligrosidad para humanos y animales hay reptiles que se alojan en el frondoso follaje y se alimentan de ellos. No deben quemarse sus hojas ni sus ramas porque el humo que emana de la combustión es también malo.