Se denomina Forsythia a un arbusto caducifolio que pertenece a la familia Oleaceae. Es originario de Asia y mide alrededor de tres metros de altura por dos de ancho. Se lo utiliza comúnmente como especie ornamental en los jardines en sus dos variedades: La Forsythia intermedia, más pequeña, de ramas erectas y flores de color muy intenso y la Forsythia suspensa, de mayor tamaño, ramas pendulares y flores pálidas.
Posee una corteza rugosa de color gris oscuro; sus ramas son huecas. Las hojas glabras pueden ser simples o estar compuestas por tres folíolos, uno de mayor tamaño y dos más pequeños en la base, tienen forma de oval a elíptica y se distribuyen de manera alterna en las ramas. Sus flores hermafroditas y amarillas aparecen a comienzos de la primavera, antes que las hojas; están formadas por un cáliz de cuatro sépalos que persisten luego en el fruto, cuatro pétalos imbricados de manera tubular y dos estambres que emergen del centro; los frutos son cápsulas con varios lóculos y muchas semillas aladas en el interior de cada uno.
Se la reproduce mediante esquejes de madera aún verde obtenidos al concluir la floración. Necesita ubicaciones que vayan desde media sombra a sol pleno; suelos alcalinos sueltos y con buen drenaje. Hay que protegerla de las larvas de algunas Lepidópteras.
Dentro de la Medicina Tradicional China la Forsythia figura entre las cincuenta hierbas fundamentales, utilizándose principalmente los frutos recogidos en otoño. Se la emplea para calmar los síntomas gripales fuertes, tos, fiebre y dolores de cabeza y de garganta. También es útil contra la infección de oídos y la bronquitis por sus efectos antimicrobianos. Sus aceites esenciales volátiles abren los poros de la piel induciendo la sudoración.