La denominada popularmente Palma abanico, o Palma dulce, recibe el nombre científico de Brahea dulcis y forma parte de la familia Arecaceae. Es originaria de América del norte y central, donde la hallamos en altitudes que van desde los novecientos hasta los mil quinientos metros, asociada al bosque tropical caducifolio y ecosistemas semiáridos con cactáceas. Es una de las más abundantes en su género y está ampliamente distribuida.
Su tallo, recto y solitario, puede llegar a los seis metros de altura en estado silvestre; tiene un diámetro de entre veinte y veinticinco centímetros y muestra las cicatrices que van dejando las hojas al caer. Las mismas están formadas por unos cincuenta folíolos verdes rígidos de medio metro de longitud (más claros en la cara posterior, dispuestos en forma de abanico), sostenidas por un largo pecíolo con márgenes dentados. Se ubican en la parte alta del tallo de manera verticilada o espiralada.
Se las cosecha todo el año para confeccionar artesanías con ellas, lo cual promueve el nacimiento de otras nuevas y se convirtió en un recurso sustentable para las poblaciones de su zona de origen. Se seleccionan las más tiernas, casi siempre aún cerradas, que se ubican en el corazón de la palma; a medida que el tiempo pasa se tornan duras y más difíciles de trabajar. Aunque hay un mercado permanente y constituye un ingreso regular los pobladores se dedican también a otras labores como la agricultura y la ganadería.
Sus flores hermafroditas, amarillentas y sésiles se disponen en grandes inflorescencias de tipo racimo pendular. Los frutos son drupas de color amarillo con una sola semilla en su interior; se la reproduce mediante ellas teniendo en cuenta que prefiere suelos de consistencia caliza, con muy buen drenaje, para un óptimo desarrollo; al igual que ubicaciones a pleno sol. Presenta gran resistencia a plagas y enfermedades.