La conocida popularmente como Rosa floribunda, es de las más utilizadas en los jardines, parques y espacios públicos por la gran profusión de flores que mantiene desde la primavera hasta el otoño (y un poco más en zonas donde los inviernos son suaves). Ha sido el resultado de cruzar, a comienzos del siglo veinte, una Rosa híbrida de té con una Rosa polyantha, sumando las agradables características de ambas; la variedad de colores de la primera con la exuberancia de la floración de la segunda. Al comienzo llevó el nombre de su creador, un cultivador de Dinamarca, y se la denominó Rosa de Poulsen, cambiándolo al actual dos décadas después.
La planta posee un compacto porte arbustivo y es muy resistente a plagas y enfermedades comunes, se la emplea tanto para separar como para bordear; sin embargo en la primavera no sería raro que aparezcan pulgones y la arañuela roja pero se los controla con facilidad con agua jabonosa o insecticidas sistémicos. En lugares donde los inviernos son inclementes conviene proteger con mulch el pie, aunque la parte aérea se adapta bien. Conviene efectuarle dos abonos orgánicos al año, los cuales influirán mucho a la floración que brinde luego. Las podas serán más que nada de formación. Se la puede cultivar también en tiestos grandes o macetones.
Sus hojas verdes y ovales, de borde serrado, son las típicas de toda la familia Rosaceae. Las flores son más parecidas a las hibridaciones de té pero su tamaño es siempre menor que el de aquellas, ya sean simples o dobles. Nacen en racimos que reúnen desde tres rosas hasta dos docenas de ellas (recordar retirar las que se van marchitando para favorecer una nueva brotación). Hay variedades con aroma pero no son mayoría. No precisa de mucho riego, siendo el llevarlo a cabo día por medio lo mejor en temporadas de calor, y espaciarlo cuando llega el frío.