El Trébol blanco, denominado científicamente Trifolium repens, es una planta perenne de consistencia herbácea, estolonífera y de porte rastrero, que forma parte de la familia Fabaceae y es originaria de las costas del Mar Mediterráneo. En la actualidad se la encuentra distribuida por casi todas las regiones templadas del planeta. No sobrepasa los diez centímetros de altura y se la siembra en tierras que servirán luego de pastoreo, dado que éste estimula la reproducción vegetativa de la misma. Una vez seca sirve también como forraje.
Sus hojas verdes están sostenidas por largos pecíolos y las componen tres folíolos ovales o acorazonados, algunas veces cuatro que son los denominados “tréboles de la suerte” cuando se los halla; yo he tenido personalmente (como puede verse en la fotografía adjunta) de cinco; los cuales presentan una mancha blanca en la base o un semicírculo hacia la mitad. Aunque son comestibles el ser humano no las puede digerir crudas pero sí tras su cocción.
Las pequeñas flores papilonáceas, similares a las de todas las fabáceas, aparecen reunidas en una inflorescencia de tipo capítulo globular (en lo alto de un largo y fuerte pedúnculo) que suele contener más de cincuenta de ellas. Los frutos diminutos tienen en su interior tres o cuatro semillas; se la propaga mediante ellas o a través de los estolones.
Se siembra al voleo en otoño. Precisa abundante sol y sufre por falta de agua. Se adapta a distintos suelos pero no tolera la salinidad en ellos. Posee una raíz pivotante central gruesa y numerosas raíces secundarias que actúan en simbiosis con bacterias Rhizobium para fijar el nitrógeno. En los nudos de los estolones, que crecen a razón de unos veinte centímetros por año (en invierno y verano esto disminuye y aumenta durante la primavera y el otoño), aparecen con el tiempo nuevas raicillas, hojas y yemas florales permitiendo así la expansión de la planta.