La Dulcamara, o “Agridulce”, también llamada popularmente “Uvas del diablo”, responde al nombre científico de Solanum dulcamara y pertenece a la familia Solanaceae (de la cual son miembros también la papa y el tomate), es una planta trepadora perenne de consistencia herbácea que mide entre dos y cuatro metros de alto. Su hábitat natural se halla en los bosques que bordean el Mar Mediterráneo.
Posee un tallo subterráneo o rizoma, de forma cilíndrica, del cual surgen las huecas ramas trepadoras pubescentes que al quebrarse despiden mal olor. Sus hojas pecioladas, a veces enteras, a veces lobuladas, con el vértice acuminado, miden entre cinco y nueve centímetros. Da pequeñas flores de color púrpura que se reúnen, en cantidad de diez a veinte, en inflorescencias terminales de tipo cima; las mismas poseen el cáliz redondeado con borde dentado y la corola rotácea formada por cinco pétalos, soldados por sus bases; los estambres son cinco, con oscuros y cortos filamentos y anteras amarillas; el ovario es súpero y tiene un estilo que sobresale.
Sus frutos son bayas muy tóxicas, rojas y de forma elipsoidal, miden alrededor de un centímetro de diámetro y su pulpa tiene sabor desagradable; las semillas son blancuzcas, aplanadas y con una pequeña saliente en un extremo; hay aves que son inmunes a su toxicidad y tras ingerirlos diseminan la simiente. La Dulcamara prefiere suelos húmedos, arenosos o pedregosos, algo ácidos; lugares sombreados y temperaturas cálidas.
Dentro de la medicina no tradicional se le confieren propiedades depurativas, diuréticas, hepatoprotectoras, expectorantes y purgantes, pero en muy baja cantidad porque es muy peligrosa su ingestión pudiendo llegar a paralizar el sistema nervioso central y traer la muerte. En uso externo se aplica sobre afecciones cutáneas, verrugas y para alivianar los dolores artríticos. Hay que lavarse muy bien las manos luego de tocar cualquier parte de la planta y evitar que entre en contacto con las mucosas.