La llamada “Perla blanca”, cuyo nombre científico es Cimicifuga simplex, es una planta de follaje perenne que se utiliza mucho en los jardines como especie ornamental y también para realizar bordes o divisiones, es miembro de la familia de las ranunculáceas. Crece muchas veces hasta alcanzar un metro de alto y por su porte de mata redondeada llega a unos ochenta centímetros de diámetro.
Hacia fines del verano, en el extremo de sus altas varas florales, surgen fragantes inflorescencias (semejantes a limpiatubos) compuestas por pequeñas flores de color blanco crema, ideales para cortar y colocar en jarrones por todo el interior de la casa pues son muy elegantes y vistosas. Tiene abundantes hojas compuestas, con folíolos de nervaduras muy marcadas y bordes profundamente hendidos, de color verde claro.
Precisa de suelos ricos, preferentemente alejados de las raíces de grandes árboles que le quitarían parte de sus nutrientes; normales, arenosos o arcillosos pero con Ph neutro. En zonas de climas de templados a fríos puede estar en ubicaciones a pleno sol, pero en climas de altas temperaturas deberá estar a media sombra, protegiéndola en las horas de calor más intenso. El riego debe ser de moderado a escaso. Admite el cultivo en tiestos o macetas, es de crecimiento lento y tarda al menos tres años en alcanzar su porte máximo.
Se acostumbra dividir las matas en la primavera, cada dos años, para obtener nuevos ejemplares. Su pariente, la Cimifuga racemosa da, por el contrario, inflorescencias muy oscuras y posee hojas de un verde casi negro. Su nombre en inglés “Bugbane” parece indicar que sirve como repelente para los insectos, pero no está comprobado científicamente que posea tal efecto.